Gabriel Campana, el enólogo que quiere poner a Córdoba en los primeros lugares de la vitivinicultura argentina

Inversión. Campana con Miguel Mizzau. TerraCamiare abrirá sus puerta sal púbico en marzo, la inversión en equipos y en tecnología es notable.

Reconocido por la calidad de los vinos que crea, timonea uno de los proyectos vitivinícolas con mayores ambiciones para potenciar el perfil de la provincia.

Gabriel Campana es uno de los enólogos más consultados en Córdoba, tanto por quienes quieren encarar la producción de vinos con fines comerciales como por aquellos que simplemente aspiran a darse el gusto con la bebida de los dioses.
Este caminante de terruños apuesta a que la provincia consiga la calidad definitiva que la instale como una marca, y para eso se sumó a Terra Camiare, una bodega de Colonia Caroya que el viernes pasado inició su tercera vendimia.

–Bolilla uno: ¿al final, qué tal vienen siendo los vinos de Córdoba?

–Tengo casi 15 cosechas encima. Dejando de lado el corazón cordobés y viéndolo como técnico, creo que realmente estamos muy bien posicionados. Tenemos una imagen y una marca del vino de Córdoba para desarrollar, estamos en pañales con eso.


–Por lo tanto, hay potencial, dirían los consultores.
–Hubo un auge del vino cordobés en la década del ’70, pero era otro tipo de vino, que el público pedía por entonces. Hoy la gente busca vinos fáciles de tomar, elegantes, sutiles. O distintas variantes: espumosos, blancos, frutados, con roble, etcétera.

–¿Qué podría diferenciar al vino cordobés de las regiones ya consagradas?
–Lo más interesante de Córdoba es que tenemos unmix de distintos terruños, climas y culturas dentro de la misma provincia. A veces hay más de 100 kilómetros de distancia entre un viñedo y otro, otros están más cercanos, pero se consiguen vinos totalmente distintos. Tenemos vinos más o menos estructurados, más o menos elegantes. Y eso está muy bueno, trabajamos con materiales diferentes en cada lugar.

–Ahora, salvo este año difícil, ¿el régimen de lluvias de la provincia no conspira contra el producto?
–En el norte de Córdoba caen 200 a 300 milímetros por año, como mucho. Salen bien variedades como syrah, malbec, viognier y cabernet franc. En el Valle de Calamuchita, están muy buenas las blancas, sauvignon blanc, chardonnay, pinot noir, malbec. Las heladas tempranas obligan a pensar bien las variedades. En Colonia Caroya, está creciendo tannat y ancellota.

–Ancellota, para dar color.
–Últimamente se la está vinificando sola, monovarietal, da un vino potente, con paso por barrica, gusta mucho.

–¿Pero, en el conjunto, cómo estamos?
–Que ya nos tengan en cuenta en el país como zona vitivinícola no es poco. Hay que acordarse de que en superficie tenemos 350 hectáreas en total, un solo productor de Cuyo puede tener más superficie cultivada. Lo interesante de Córdoba es el desarrollo pegado al turismo y a la gastronomía. Hay una oportunidad creciente en el hecho de que la gente vaya de paseo a la bodega, vea cómo hacen el vino y lo lleve. Es como ir a cenar y ver al chef cocinando.

–¿Hay chances comerciales?
–Sí, en Córdoba el vino comenzó en el siglo XVII, pero esta remasterización de la actividad coloca a la provincia como una zona nueva, y eso implica una novedad en el mercado. Al consumidor de vino le gusta ir innovando, no es cautivo, se va moviendo y prueba cosas nuevas. Claro que queda con parámetros de subjetividad en materia de gustos. Pero elige y esta es una nueva opción.

–¿La sanidad de los viñedos de Córdoba qué tal es?
–Se reniega más y el costo del kilogramo de uva es superior a Cuyo, justamente por las labores culturales. Necesitamos estar mucho tiempo en el viñedo, realizando labores con mayor frecuencia. Pero, en cierta forma, ya tenemos bastante ajustadas esas labores porque llevamos años conviviendo con incidencias climáticas favorables y no tanto.

–¿Cómo te metiste en el rubro? ¿Sos nacido en Colonia Caroya?
–Sí, mi bisnono ya tenía bodega, no sabemos hacer otra cosa. En la familia nacimos en el medio del viñedo, lo llevamos en las venas. Estudié en la Facultad de Don Bosco, en Rodeo del Medio, Mendoza, enología y técnico en industrias frutihortícolas. En 2003, volví con el título y me metí de lleno en la actividad.

–Me contaron que sos una especie de “caminante” de las bodegas cordobesas. Uno de los enólogos más consultados.
–(Ríe) Quizás sí, estuve en Nanini, La Caroyense, Las Cañitas y también por Traslasierra, el norte. Tanto en bodegas con fines comerciales como con gente que implanta vid para hacer su propio vino.

–¿Y Terra Camiare? ¿Qué expectativas hay?
–Nació con una pasión de Miguel Mizzau y su familia, que plantó un par de hectáreas en el norte, también porque le venía de lejos la historia. La reacción del viñedo fue excepcional, la calidad de la uva era muy buena. Se dio que Nanini estaba en venta y dio ese paso.

–Él se dio con el gusto y, de paso, armó una bodega con fines de comercialización.
–Sí, el viernes pasado iniciamos la tercera vendimia que, coincidentemente, es la tercera uva que se muele en esa cosecha a nivel país. Para la producción, usamos uvas propias, tanto de Quilino como de la Colonia, también de productores amigos de Cruz del Eje, gente de esta zona y de Calamuchita. Tratamos de tener distintas patas en cada zona de Córdoba, eso nos abre muchísimas posibilidades.

–¿Y cuál es el proyecto? ¿Ir a qué mercado?
–Masivos nunca vamos a ser, pero iremos a distintos mercados. La bodega cuenta con una capacidad total de 600 mil litros, pero estamos a un tercio de producción. Tenemos vinos entry level, corazón de gama, reservas y algunas exclusividades. A futuro, vamos a tener también íconos.

–¿Cómo es eso?
–Sí, como técnico me están dejando crear cosas que tenía en la cabeza. Estamos haciendo un vino con uvas parcialmente pasificadas bajo cubierta. Hicimos una experiencia con un torrontés de Quilino, queda exquisito. Un sigle vineyard también. Y un producto hecho en ovos de cemento.

–¿Los Mizzau te dejaron comprar todo lo que necesitabas?
–Sí, sí… (ríe). Incorporamos mucha tecnología en la bodega, que será inaugurada al público en el otoño. Pero tenemos equipos franceses, italianos, chinos, hasta una maquinita para desarrollar bag in box .

–¿Colonia Caroya va consolidando el modelo de reconversión con cepas importadas?
–Hubo una gran caída, se perdieron viñedos, pero también se produjeron mejoras genéticas. Parece contradictorio, en cantidades perdimos muchísimo. Hay que aggiornarse a lo que pide el consumidor.

–¿Es necesario más apoyo?
–El sector está armando un desarrollo que nunca terminó de consolidarse: el camino del vino…

–Que nadie sabe bien por dónde pasa…
–Exacto, falta comunicación, integración de productores y bodegueros para darle fuerza y estar en eventos nacionales. Hay que mostrar lo que hace Córdoba. También haría falta algo más de crédito y simplificaciones para exportar.

–Bueno, ¿qué vinito se podría contrastar con la realidad?
–Indama Chardonay, joven, accesible y representa mucho al vino de Córdoba, en una cepa blanca, lo cual lo hace más interesante todavía. Y si no, un blend de merlot, tannat y petit verdot; me apasionan los cortes de vinos.

Fuente: La Voz del Interior



Comentarios