Hans Vinding-Diers: "Los vinos locales fueron los únicos en crecer en calidad en tan poco tiempo"

Andeluna


Hans Vinding-Diers, creador del vino Noemía, uno de los Malbec más venerados de la Argentina y el mundo, cuenta su historia única en la Patagonia y cómo logró hacer allí una etiqueta de culto internacional.

Argentina y sus distintos terruños han tenido enólogos y bodegueros de las más diversas nacionalidades: franceses, estadounidenses, italianos, españoles, chilenos...Lo que casi nadie se acuerda es que, a fines del siglo XX, un personaje diferente, de una nacionalidad completamente impensada, llegó a la Patagonia y, con el tiempo, terminó cambiando el rumbo del más austral de los terruños argentinos.

De nacionalidad danesa, Hans-Vindig Diers desembarcó a los 28 años de edad con su pelo largo y su ropaje hippie en el sereno pueblo de Roca que lo miraba azorado. Llegaba desde Sudáfrica para trabajar en los vinos de exportación de la bodega Humberto Canale. Unos años después nacería en Valle Azul, muy cerca de allí, su emprendimiento personal bautizado Noemía (en sociedad con la aristócrata italiana Noemí Marone Cinzano), donde hoy se elabora lo que seguramente es el tinto más maravilloso que se gesta en suelo patrio.

¿Qué ha cambiado de los vinos argentinos desde tu llegada a nuestro país?

-Cuando llegué, en 1998, los vinos que consumía la gente eran rústicos, con notas oxidadas y muchos defectos. No podía creer que fueran tan populares; me llamaba mucho la atención. Hoy los vinos no tienen nada que ver con eso; hoy los ejemplares argentinos están, en general, en un buen nivel internacional, y entre ellos hay muchos que han trabajado muy bien la noción de terroir. En mi opinión, la Argentina fue el único país capaz de crecer tanto en calidad en tan poco tiempo.

¿Qué recordás de esa época de la Patagonia?

-Humberto Canale, es lo primero que recuerdo. Yo asesoraba a esa bodega histórica y la familia Barzi me ayudó mucho para que pudiese crear Bodega Noemía. Recuerdo a la Patagonia rionegrina como un pueblito tranquilo, buena gente, como Marcelo Miras y su familia (Marcelo Miras era el enólogo de Humberto Canale). Recuerdo un clima increíblemente preciso y límpido, con mucha luminosidad. Me adapté muy rápido a este lugar. Aún me vienen a la cabeza las chacras, las viñas antiguas, los colores pasteles del cielo como las nubes de Magritte.

¿Cómo te diste cuenta que en la Patagonia se podía hacer un vino del más alto nivel mundial?

-Viñas viejas prefiloxéricas, plantas con pie franco, suelos pobres y fluviales, clima con gran amplitud térmica casi al nivel del mar, y las botellas testigo de la bodega Humberto Canale que probé con mi socia Noemí; vinos de los '50 y '60, un poco rústicos pero con todos los parámetros de calidad para ser grandes vinos. Además el clima es muy limpio, orgánico; con una humedad máxima de 30% que no genera plagas y no hace falta hacer tratamientos nefastos a las viñas. Todo un lujo.

¿Qué tiene el terruño del Alto Valle del Río Negro?

-Muy buena calidad de agua y mucha. Y además una amplitud térmica casi exagerada, con días de mucha luminosidad y noches frías. Suelos fluviales con muchas sales minerales que derivan de la óptima calidad del agua. Y el Río Negro, que es el corazón del Valle.

¿Por qué el Noemía ha sido capaz de emocionar a críticos de todo mundo?

-No soy la persona justa para hablar de esto, pero tengo una pequeña idea. Fue desde siempre un vino de un lugar, siempre consistente, un Malbec único por su ubicación y, seguramente, por su enólogo.

Qué ha sido lo más importante para lograr un vino como el Noemía; la finca o el enólogo?

-Una visión, un lugar, un viñedo, dos socios y un gran equipo.

En la Argentina se suele hablar de un problema importante: el ego de los enólogos. ¿Pasa lo mismo en otros lugares del mundo?


-Recuerdo crecer en Burdeos en los '70 y '80, cuando un enólogo era un peón y los dueños eran todo. Este fenómeno actual el enólogo celebrity es global, y la verdad es que me gusta. Sería mentira decir que no me gusta la atención. Pero al mismo tiempo, hay que saber leer esto: el día que uno se toma eso en serio, es el inicio del fin.

Haz tenido tu primera gran cosecha patagónica y un hijo que nació en la Patagonia. ¿Cómo fue eso?

-Juan Andreas Vinding-Diers, mi corazón. Mi esposa María Belén, su hijo Francisco y yo decidimos que la tranquilidad y amabilidad de la gente patagónica sería el lugar ideal para este gran evento.

¿Te gustaría que él fuera winemaker?

-No. Si pudiera elegir, me gustaría que fuera surfista (deporte que Hans practica). Lo importante para nosotros va ser una muy buena educación, pensamos que es lo que podemos ofrecerle sin equivocarnos demasiado.

¿Qué esperas de las futuras cosechas de Noemia?

No lo sé. Hay que trabajar más. Esto es seguro; podemos siempre mejorar y esto es el gran lujo de esta profesión.

Fuente: El Cronista

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