Daniel Pi, el enólogo del año y la fórmula del vino




De apacible mirada, paso seguro, la amabilidad de quien se compromete con el trabajo junto con una gran estatura y porte, funciona un cerebro de insondable creatividad e inteligencia. Daniel Pi lleva más de tres décadas en el vino y, con 55 años, la potencia de sus ideales y la astucia que le provee el conocimiento adquirido lo encuentran más enérgico que cualquier alma principiante. Aunque parece ser la persona más serena del mundo, sus búsquedas lo definen con la actitud más punk dentro de los productores locales. El crítico inglés Tim Atkins, que desde hace cuatro años publica un reporte anual del vino argentino, lo eligió el mejor enólogo del año.

Hoy experimenta con vinos de parcelas para crear la primera bodega de su tipo en Gualtallary. En una noche de relax en Chapadmalal se le ocurrió cultivar vides en Mar del Plata. Y hace diez años atravesó un matorral de yuyos y árboles donde descubrió una bodega abandonada que hoy es la nueva Trapiche. Se trata de un edificio de estilo renacentista florentino de 1912 donde funcionaba una bodega de vinos a granel fundada por inmigrantes italianos. Es representativa de la arquitectura del vino mendocina del siglo XX. Se puso en valor y se creó una bodega de alta tecnología que se dedica a la elaboración de sus vinos premium. A su alrededor plantaron parcelas de malbec biodinámico; organizaron el museo con las antiguas máquinas encontradas, y cuenta con un auditorio, un salón con acústica de catedral y un restaurante que ofrece platos elaborados con productos de la huerta.

Nota completa en La Nación por Sabrina Cuculiansky

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